Un grupo de nosotros, humanos con poderes, flotaba sobre el espacio para enfrentarse a los gigantes cósmicos. Eran como los Celestiales, pero les llamábamos Infinitos.
Sabíamos que era una guerra perdida. Sabíamos que aunque ganásemos esta batalla, matando a uno con gran esfuerzo, o, como ya habíamos hecho, a varios con grandísimas pérdidas -media humanidad y la tierra destruida-, nadie realmente ganaría. No luchábamos por nuestros hijos. Aun así teníamos que liberar a la tierra de ellos, estábamos decididos.
Había varios rodeando la tierra, 5 o 6, y otros tanto por los planetas. El gigante azul nos explicó que en el basto e infinito universo, ellos solo eran unos de tantos. Nos dio la pista para adivinar que la humanidad estaba condenada, si o sí. Esta lucha no era por el futuro, era por el presente. Nuestros sucesores, de cualquier forma, perecerían. Sin embargo, eso, lejos de darnos miedo, nos reconfortaba.
A ellos se les llamaba como a los antiguos dioses romanos. Los seres, gigantes como continentes, no se sabían si llevaban grotescas armaduras orgánicas, de negro y otro color luminoso, o eran así. Al azul le llamamos Zeus, al rojo Ares, el verde era Terra, y más allá saturno de marrón, y uno amarillo, posiblemente Hermes.
Había varios rodeando la tierra, 5 o 6, y otros tanto por los planetas. El gigante azul nos explicó que en el basto e infinito universo, ellos solo eran unos de tantos. Nos dio la pista para adivinar que la humanidad estaba condenada, si o sí. Esta lucha no era por el futuro, era por el presente. Nuestros sucesores, de cualquier forma, perecerían. Sin embargo, eso, lejos de darnos miedo, nos reconfortaba.
A ellos se les llamaba como a los antiguos dioses romanos. Los seres, gigantes como continentes, no se sabían si llevaban grotescas armaduras orgánicas, de negro y otro color luminoso, o eran así. Al azul le llamamos Zeus, al rojo Ares, el verde era Terra, y más allá saturno de marrón, y uno amarillo, posiblemente Hermes.
El azul cogió su gran vara, y girándola en círculo, condensó una gran energía rosa del ser abatido, que proyectó entre chispas contra el firmamento. Estaba naciendo, materializándose, un gigantesco ser rosa que no sabíamos si era Venus o María. ¡Con lo que nos había costado deshacernos del anterior y ellos eran capaces de movilizar tamañas fuerzas en una fracción de segundo! Curiosamente, la visión nos llenó de paz y calma. Contra ello no queríamos pelear.
Desperté.
Desperté.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Tu opinión es importante