Fuente - PIEZA del artículo El «excepcionalismo» de Estados Unidos destruye la ONU, por Thierry Meyssan 2.4.2019 voltairenet.org,
Estados Unidos y el Golán
En 1981, el parlamento israelí decidía unilateralmente violar esa resolución del Consejo de Seguridad de la ONU y anexar la meseta del Golán. El Consejo de Seguridad respondió con la adopción de la resolución 497 que declaraba aquella ley israelí «nula y sin valor», precisando que «no tiene efecto alguno desde el punto de vista del derecho internacional» [3].
En 38 años, la ONU no ha logrado imponer la aplicación de esas resoluciones. Pero estas eran al menos textos considerados indiscutibles y contaban con el respaldo de Estados Unidos.
Sin embargo, el 26 de marzo de 2019, Estados Unidos reconoció la “soberanía” de Israel sobre el Golán ocupado, lo cual equivale a aceptar la adquisición de territorios mediante la guerra [4]. Con ese acto de reconocimiento, Estados Unidos se desdijo de los votos que había emitido como miembro del Consejo de Seguridad sobre la cuestión del Golán, durante 52 años, y contradijo además los principios establecidos en la Carta de las Naciones Unidas [5], principios que rigen la elaboración del derecho internacional desde hace 74 años.
- La ONU continuará existiendo por algunos años, pero sus resoluciones ya sólo tendrán un valor relativo dado el hecho que los países que las adoptan han dejado de considerarlas de obligatorio cumplimiento.
- Se inicia así el proceso de deconstrucción del derecho internacional. Entramos en un periodo donde impera la ley del más fuerte, como sucedió antes de la Primera Guerra Mundial y la creación de la Sociedad de las Naciones.
Las mentiras descaradas que el secretario de Estado Colin Powell profirió ante el Consejo de Seguridad el 11 de febrero de 2003, sobre la supuesta responsabilidad de Irak en los atentados del 11 de septiembre de 2001 y las inexistentes armas iraquíes de destrucción masiva [6], ya nos habían enseñado que la palabra de Estados Unidos tiene un valor muy relativo, incluso cuando afirma algo ante ese órgano de la ONU. Pero es la primera vez que Estados Unidos contradice su propio voto emitido como miembro del Consejo de Seguridad.
Washington justifica su decisión sobre el Golán argumentando que está actuando en función de la realidad: Israel ocupa el Golán sirio desde 1967 y comenzó a administrarlo como territorio israelí desde 1981. Según Washington, en virtud del excepcionalismo estadounidense, esa realidad –tratándose de un aliado respetuoso de Dios– prevalece sobre el derecho internacional, enunciado este último junto a otras partes cuya fe Washington considera menos digna de admiración.
Washington observa a la vez que sería una señal negativa devolver el Golán a Siria, a la que considera poco menos que una pandilla de criminales, mientras que es perfectamente justo gratificar al excelente aliado israelí. También debido a su doctrina excepcionalista, Estados Unidos, en su calidad de «Nación diferente a cualquier otra», tiene tanto ese derecho y esa misión.
Después de haber llegado a dominar el mundo, Estados Unidos –ahora debilitado– renuncia a la ONU. Tratando de conservar su posición dominante, Estados Unidos se repliega hacia la parte del mundo que todavía controla. Hasta ahora, Rusia y China veían a Estados Unidos, como dijera muy gráficamente el ministro de Exteriores ruso Serguei Lavrov, como una bestia feroz que agoniza a la que es necesario acompañar amablemente hasta que muera, cuidando de que no provoque alguna catástrofe.
Pero Estados Unidos ha detenido su decadencia eligiendo a Donald Trump como presidente y este último, después de perder la mayoría republicana en la Cámara de Representantes, ha hecho un pacto con el Estado Profundo estadounidense –lo cual ha quedado demostrado con la nominación de Elliott Abrams [7] y con la retirada de la acusación de «entendimiento con el enemigo» recientemente anunciada por el fiscal independiente Robert Mueller [8]).
Pero el mundo no se dirige hacia la creación de una tercera institución mundial –después de la Sociedad de las Naciones y de la Organización de las Naciones Unidas– sino hacia una división del mundo en dos zonas organizadas según modelos jurídicos diferentes: una bajo la dominación estadounidense y otra conformada por una serie de Estados soberanos reunidos alrededor de la «Asociación de Eurasia Ampliada».
Las mentiras descaradas que el secretario de Estado Colin Powell profirió ante el Consejo de Seguridad el 11 de febrero de 2003, sobre la supuesta responsabilidad de Irak en los atentados del 11 de septiembre de 2001 y las inexistentes armas iraquíes de destrucción masiva [6], ya nos habían enseñado que la palabra de Estados Unidos tiene un valor muy relativo, incluso cuando afirma algo ante ese órgano de la ONU. Pero es la primera vez que Estados Unidos contradice su propio voto emitido como miembro del Consejo de Seguridad.
Washington justifica su decisión sobre el Golán argumentando que está actuando en función de la realidad: Israel ocupa el Golán sirio desde 1967 y comenzó a administrarlo como territorio israelí desde 1981. Según Washington, en virtud del excepcionalismo estadounidense, esa realidad –tratándose de un aliado respetuoso de Dios– prevalece sobre el derecho internacional, enunciado este último junto a otras partes cuya fe Washington considera menos digna de admiración.
Washington observa a la vez que sería una señal negativa devolver el Golán a Siria, a la que considera poco menos que una pandilla de criminales, mientras que es perfectamente justo gratificar al excelente aliado israelí. También debido a su doctrina excepcionalista, Estados Unidos, en su calidad de «Nación diferente a cualquier otra», tiene tanto ese derecho y esa misión.
Después de haber llegado a dominar el mundo, Estados Unidos –ahora debilitado– renuncia a la ONU. Tratando de conservar su posición dominante, Estados Unidos se repliega hacia la parte del mundo que todavía controla. Hasta ahora, Rusia y China veían a Estados Unidos, como dijera muy gráficamente el ministro de Exteriores ruso Serguei Lavrov, como una bestia feroz que agoniza a la que es necesario acompañar amablemente hasta que muera, cuidando de que no provoque alguna catástrofe.
Pero Estados Unidos ha detenido su decadencia eligiendo a Donald Trump como presidente y este último, después de perder la mayoría republicana en la Cámara de Representantes, ha hecho un pacto con el Estado Profundo estadounidense –lo cual ha quedado demostrado con la nominación de Elliott Abrams [7] y con la retirada de la acusación de «entendimiento con el enemigo» recientemente anunciada por el fiscal independiente Robert Mueller [8]).
Pero el mundo no se dirige hacia la creación de una tercera institución mundial –después de la Sociedad de las Naciones y de la Organización de las Naciones Unidas– sino hacia una división del mundo en dos zonas organizadas según modelos jurídicos diferentes: una bajo la dominación estadounidense y otra conformada por una serie de Estados soberanos reunidos alrededor de la «Asociación de Eurasia Ampliada».
Ya no sería como en los tiempos de la guerra fría, cuando era difícil viajar de los países occidentales a los «países del este» pero los dos bloques aceptaban las Naciones Unidas como sistema jurídico internacional único. El nuevo sistema permitiría viajar y comerciar de un grupo de países al otro pero estaría organizado alrededor de dos modelos de derecho diferentes.
Se trata exactamente del mundo post-occidental que el ministro ruso de Exteriores Serguei Lavrov anunció, el 28 de septiembre de 2018, desde la tribuna de la Asamblea General de la ONU [9].
Tenemos que observar también que, aunque Israel saludó el reconocimiento estadounidense de su “soberanía” sobre el Golán, Arabia Saudita acabó condenando la decisión de Washington. Esa posición no se corresponde con la doctrina saudita pero, ante la repulsa unánime del mundo árabe contra esa conquista territorial, Riad optó por ponerse del lado de su pueblo. Y, por la misma razón, se verá obligado a rechazar también el «Trato del Siglo» sobre Palestina.
Se trata exactamente del mundo post-occidental que el ministro ruso de Exteriores Serguei Lavrov anunció, el 28 de septiembre de 2018, desde la tribuna de la Asamblea General de la ONU [9].
Tenemos que observar también que, aunque Israel saludó el reconocimiento estadounidense de su “soberanía” sobre el Golán, Arabia Saudita acabó condenando la decisión de Washington. Esa posición no se corresponde con la doctrina saudita pero, ante la repulsa unánime del mundo árabe contra esa conquista territorial, Riad optó por ponerse del lado de su pueblo. Y, por la misma razón, se verá obligado a rechazar también el «Trato del Siglo» sobre Palestina.
Todo está pactado y decidido de antemano por todos los actores. A cambio les dan su porción de mundo y los dejan existir. No hay gobiernos mejores y peores, hay malos y peores y todos son enemigos del pueblo, del ciudadano de a pié.
ResponderEliminarSalud!
Actores hay muchos, y la mayoría de ellos descontrolados. De hecho el marasmo de intereses hace que sea imposible llegar a ningún consenso, lo estamos viendo. El único consenso son las armas, de ahí que como dices solo haya malos gobiernos y gobiernos de mier.. los pueblos son el campo de batalla.
EliminarSalud!