Las élite financian todo aquello que sirve a sus propósitos. Cuando financian tanto a los investigadores como a revisores (que también son investigadores) se producen sesgos que conllevan a errores, porque la verificación científica no se produce. El resultado es un freno en la innovación que no puede ser solucionado con más inversión; porque lo que falla no son los medios, es la conceptualización en sí del proceso. Esto repercute directamente en la competitividad de sus empresas, sobre todo las tecnológicas. El hecho palmario es que, a pesar de que EEUU es el país que más invierte en investigación en todos los niveles, es superado con creces en varias áreas por sus competidores, como computación, robótica, aviónica, nuevos materiales o telecomunicaciones. EEUU queda relegado al mundo de las finanzas y las apps en espera de ser desbancado.
Salud! PHkl/tctca
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Traducción tarcoteca - Experts Gone Wild | RealClearDefense 16.9.2024 por Mike Scalon
Desde hace tiempo, los dirigentes estadounidenses consideran que la capacidad de ganarse "el corazón y la mente" es esencial para la política y la seguridad nacionales e internacionales. Durante gran parte de la Pax Americana, nuestro gobierno e intelectualidad han dedicado tiempo, esfuerzo y dinero a estudiar cómo persuadir a todos, desde los aliados hasta los enemigos, y, a la inversa, cómo contrarrestar las campañas de influencia de un oponente.
Pero algo esencial ha cambiado desde el ascenso del presidente Donald Trump como fuerza política.
Censura y Guerra Fría: McCarthismo
Durante la Guerra Fría, el presidente Dwight Eisenhower habló en contra de la censura y a favor de los lectores legos tras un intento de los secuaces del senador Joseph McCarthy de erradicar los libros comunistas de las bibliotecas:
<<No se unan a los quemalibros. No piensen que van a ocultar los defectos ocultando pruebas de que alguna vez existieron. No tengan miedo de ir a su biblioteca y leer cada uno de los libros...
¿Cómo derrotaremos al comunismo a menos que sepamos qué es, qué enseña y por qué tiene tanto atractivo para los hombres, por qué tanta gente le jura lealtad?...
Y tenemos que combatirlo con algo mejor, no tratar de ocultar el pensamiento de nuestro propio pueblo. Ellos son parte de Estados Unidos. E incluso si tienen ideas contrarias a las nuestras, su derecho a decirlas, su derecho a registrarlas y su derecho a tenerlas en lugares donde sean accesibles a otros es incuestionable, o no es Estados Unidos.>>
Censura y Era de la Información
En la actualidad, los estadounidenses más instruidos han empezado a desconfiar de los "no expertos" y de su capacidad para procesar ideas peligrosas.
Nuestras élites han lanzado una campaña para proteger a los subinstruidos de sí mismos.
-La clase acreditada presiona a las librerías para que dejen de vender traducciones “acríticas” de siniestros textos extranjeros, es decir, aquellos que carecen de un “marco crítico sobrio, con notas a pie de página detalladas, comentarios contextuales u otras formas de anotación” de una autoridad aceptada.
- Para que los periodistas que escriben sobre temas controvertidos no se vinculan directamente a las fuentes primarias, sino que filtran esas noticias “a través de múltiples capas de censura por parte de un grupo cada vez más reducido de académicos a los que se les confía la lectura de material en bruto”.
-Nuestros mejores y más brillantes, buscan descaradamente silenciar a las personas que están en desacuerdo con sus superiores, y regular, o directamente suprimir, los sitios de redes sociales que permiten el debate libre, o semilibre, sobre "pensamientos peligrosos".
-Los creadores de opinión aplauden a los activistas que buscan expulsar de la red o cerrar a una lista cada vez mayor de enemigos, incluidos aquellos que se negaron a alinearse en la Operación Militar Especial de Rusia en Ucrania.
-Los autoproclamados defensores de la libertad de prensa se están movilizando para salvaguardar el derecho de las empresas de redes sociales a colaborar con los actores estatales para acallar los argumentos equivocados y aislar a los incorregibles del mercado de las ideas.
-La administración Biden intentó establecer una comisión de gobierno para combatir la desinformación.
Esa cruzada no está yendo bien.
Como ha señalado Martin Gurri una y otra vez, los líderes de opinión y los curadores de información de Estados Unidos están contra las cuerdas. Los académicos, los expertos, los think tank y los legisladores ya no pueden ocultar el hecho de que a menudo no tienen ni idea de lo que están haciendo o están demasiado dispuestos a exagerar sus argumentos, y de vez en cuando ocultan deliberadamente, o abiertamente mienten, para imponer su criterio.
Sin embargo, la mayoría de los expertos están más que felices de fingir que no pasa nada malo mientras escalan la escalera profesional. Algunos insisten en cantar panegíricos para sí mismos mientras exigen cada vez mayor protección frente a la competencia abierta e incluso a las críticas externas.
Tomemos, por ejemplo, a las autoridades que abogan por una política exterior enérgica o exigen contramedidas enérgicas contra el extremismo interno. La guerra global contra el terrorismo no fue el mejor momento de Estados Unidos. Perdimos en Afganistán. Sería difícil cantar victoria en Irak. Las grandes esperanzas de la Primavera Árabe quedaron en nada.
Pero los repetidos fracasos no hicieron que la duda se apoderara de las mentes de los militaristas acreditados de cualquier tipo. La mayoría siguió insistiendo en que la próxima guerra se desarrollaría a nuestro favor. Algunos incluso han intentado ampliar su territorio, como los especialistas en contrainsurgencia, que promocionan su experiencia en campañas (completamente infructuosas) contra el extremismo y la propaganda internacionales cuando se promocionan como posibles y válidos líderes de la guerra contra el extremismo y la desinformación internos.
Nunca hubo ninguna razón para suponer que la camarilla partidaria de la guerra tendría mejor suerte si se le diera otra oportunidad. Y los fracasos se acumulan con las oportunidades perdidas en Ucrania, hasta el punto de que los especialistas en seguridad están, una vez más, luchando por proteger al establishment de la política exterior culpando de su fiasco más reciente a la falta de compromiso estadounidense para ganar lo que fue siempre una guerra imposible de ganar.
Una crisis afecta a gran parte de la clase experta
La crisis que aflige a gran parte de la clase experta de Estados Unidos no se debe tanto a que Internet haya facilitado al público el contrariar, sino más bien a que los modelos preseleccionados por la élite simplemente no funcionan.
Por ejemplo, muchos expertos en desinformación justifican la censura con un modelo que postula que la "información maliciosa impulsa actos maliciosos". De manera similar, algunos expertos en terrorismo interno justifican una mayor vigilancia con un modelo que postula que los terroristas difunden su “intención terrorista” antes de cometer actos terroristas.
Pero, incluso si la mayoría de las personas que cometen actos violentos estuvieran expuestas a desinformación o hicieran algún anuncio de intenciones terroristas, es notable la falta de evidencia sustancial de que un porcentaje significativo de las personas expuestas a desinformación o de los individuos que expresan intenciones terroristas terminen cometiendo actos violentos. En otras palabras, muchos de nuestros principales expertos en seguridad interna parecen no estar dispuestos, o no ser capaces, de diferenciar entre una hipótesis y una teoría. Esto es muy de sub [subóptimo].
Peor aún, la masa de los más-listos-que-tú sigue presionando para que se implementen medidas de vigilancia y censura a pesar de los problemas evidentes que tienen sus creencias firmemente arraigadas sobre la causalidad y causa. La proposición de que las malas ideas conducen a malos actos ha sido “refutada una y otra vez”. E incluso muchas de las autoridades que tratan de elevar su perfil mediante el alarmismo sobre el “terrorismo estocástico” deben admitir que el discurso de odio que son objetivos del establishment no se puede regular según la ley estadounidense. A diferencia de “un llamado a linchar a alguien cuando una turba se reúne cerca”, el “uso de los medios de comunicación para provocar actos aleatorios de violencia ideológicamente motivados que son estadísticamente predecibles pero individualmente impredecibles” simplemente no es “defensa… dirigida a incitar o producir una acción ilegal inminente y… que probablemente incite o produzca tal acción”. No puede cumplir con el estándar requerido para que el gobierno prohíba o castigue el discurso incendiario.
En la medida en que a Estados Unidos todavía le importe la libertad de expresión u otras libertades civiles, los abogados de la vigilancia y censura informática deberían ser ridiculizados. Sin embargo, los grandes del llamado “complejo industrial de la censura” están abusando de un control increíblemente débil basado en lo que parece ser poco más que una fe ciega en que el público no está cualificado para cuestionar a la élite. Esto es una tontería; el rey está desnudo.
Antidesinformadores desinformados
La experiencia académica acumulada por el movimiento antidesinformación resultó inútil en el mundo real, porque los especialistas en desinformación fueron incapaces de evitar que la Junta de Gobierno de la Desinformación de la Administración Biden fuera víctima, entre otras cosas, de una campaña de desinformación. Dada la incapacidad admitida por los antidesinformación para combatir eficazmente la desinformación con discursos y contradiscursos en abierta competencia, el público tiene todo el derecho a preguntarse si el “Ministerio de la Verdad” de la Administración Biden tenía por objeto el instituir un régimen de censura de facto en el que los medios de comunicación y las empresas de redes sociales progresistas o dirigidas por el establishment se confabularan con actores estatales de ideas afines para suprimir las voces populistas.
La desinformación que desencadenó la cruzada antidesinformación, propaganda propuesta por el gobierno ruso durante las elecciones presidenciales de 2016 y 2020, parece demasiado torpe para ser persuasiva o parece casi indistinguible de los argumentos y afirmaciones de los identitarios progresistas más estimados de Estados Unidos. Dada la tendencia del culto antidesinformación a anunciar la causalidad en lugar de demostrarla, el público tiene todo el derecho a preguntarse si los especialistas en desinformación operan en un mundo de fantasía de historias de "así fue" en el que títulos académicos elegantes y puestos de trabajo envidiables pueden transformar mágicamente un "y" (el gobierno ruso intentó interferir en las elecciones presidenciales de 2016 y Donald Trump ganó) en un "así que" (el gobierno ruso intentó interferir en las elecciones presidenciales de 2016, por lo que Donald Trump ganó).
La conjura de "las Crisis"
Las campañas de desinformación basadas en las redes sociales iniciadas por los enemigos de Estados Unidos durante la actual era Trump parecen ser tan ineficaces como las campañas de información basadas en las redes sociales fallidas lanzadas por Estados Unidos durante la Guerra Global contra el Terror. Dada la desproporción entre el pánico altamente publicitado de la élite por la desinformación y la amenaza real de la desinformación, el público tiene todo el derecho a preguntarse si nuestro liderazgo está conjurando crisis simuladas para ejercer un control más estricto sobre una nación que se ha vuelto en gran medida indiferente incluso ante las credenciales más brillantes.
Aunque se ha creado el escenario para un colapso total del gobierno de los expertos, será difícil para la actual generación de expertos salvarse de sí mismos, nada menos. El sistema de autoridad tradicional es casi excepcionalmente inadecuado para lidiar con el fracaso público de los modelos convencionales.
La estructura de incentivos de las instituciones que otorgan acreditaciones en Estados Unidos está desequilibrada. Las carreras de expertos se desarrollan apelando a autoridades reconocidas y representantes de benefactores ricos o actores estatales poderosos en un sistema más o menos cerrado, que el establishment protege celosamente de la interferencia externa.
-La libertad de competencia permite que los diplomas y los títulos laborales prevalezcan sobre la materia de los argumentos y las capacidades de los individuos en el enclaustrado mundo de los expertos. Las autoridades pueden adoptar por ignorar que hay un problema o declarar la victoria cuando se enfrentan a una amenaza a su posición, por lo que los expertos a menudo condenan el disenso mientras evitan cuidadosamente cualquier cosa que se parezca a un compromiso crítico con las críticas a su trabajo presentadas por deplorables o miembros de la gran masa sucia.
-La necesidad de apelar a autoridades reconocidas sofoca la innovación.
A los nuevos talentos se les avisa de que eviten los enfoques heterodoxos que pueden ofender a un patrocinador, y adoptar cualquier enfoque ortodoxo que favorezca su patrocinador más poderoso, independientemente del mérito de ese enfoque. Los expertos consagrados pueden utilizar el experimento fallido que es la revisión por pares para apuntalar su teoría refutada favorita, para promover una narrativa de moda o para acabar con un trabajo innovador capaz de desafiar las ortodoxias sobre las que se basa su reputación.
-El sistema de autoridad incluso incentiva a los expertos a exagerar.
Para llamar la atención en campos abarrotados u obtener subvenciones de fuentes activistas, los especialistas suelen mezclar la defensa de los intereses con el análisis, hacen predicciones demasiado funestas y luego exigen medidas radicales para evitar las crisis inminentes. Y muy rara vez se castiga a los expertos por equivocarse. Por lo tanto, es razonable que los especialistas adopten la posición más agresiva posible, en lugar de la más precisa o defendible.
Conclusiones
El sistema de expertos se ha descompuesto y requiere una reforma estructural. Por ejemplo, es como si la academia —la joya de la corona del sistema de autoridad— estuviera diseñada para ser lo más injusta e ineficiente posible.
-A pesar de Conocer que la “el próximo gran avance” suele ser desarrollada por alguien joven o nuevo en una disciplina, y que a menudo languidece hasta que la cohorte de académicos que entonces domina el campo pierde el control, el sistema de propiedad concentra el poder y la autoridad precisamente en las manos equivocadas: las de los profesores apoltronados.
-La deferencia que se brinda a los profesores titulares dentro de la academia estadounidense no sólo hace que nuestras universidades sean entornos increíblemente hostiles para las ideas verdaderamente innovadoras, sino que también crea las condiciones ideales para los aduladores alfa lo suficientemente valientes como para abrirse camino hasta la cima.
-Proteger a las autoridades académicas de las consecuencias de sus acciones incentiva en exceso las “posturas atrevidas” normalizándolas y permite que argumentos indefendibles invadan la academia y, ocasionalmente, se filtren al mundo en general, a menudo en detrimento del vulgo académico al que su propia élite pretende representar.
En resumen, a pesar de todas las exhortaciones de los spencerianos [teoría sociológica] en los grandes medios de comunicación y otros medios del establishment, sobre la necesidad de que los académicos sigan siendo una profesión autorregulada, las mayores amenazas al avance del aprendizaje y a la libertad académica provienen de dentro de la academia y se ven, como mínimo, exacerbadas por un sistema que permite el autogobierno del profesorado.
Ha llegado el momento de una ronda de destrucción creativa. Los no expertos que supervisan o financian las universidades de Estados Unidos [y por ende en el resto del mundo capitalista] deberían considerar la posibilidad de eliminar la titularidad y exponer a los académicos al crisol de la competencia. Después de todo, prácticamente todo el mundo fuera de la Torre de Marfil se da cuenta de que la forma más justa y eficiente de abordar la crisis de la replicación [del sistema de revisión por pares] en las ciencias sociales es una crisis de empleo entre los científicos sociales.
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