Es conocido que las tendencias en el anarquismo no llevan el nombre de los pensadores que las elaboraron sino que se nombran según la naturaleza de sus propios principios, anarcofeminismo, anarcosindicalismo, ecoanarquismo, insurreccionalismo, situacionismo, nihilismo... La taxonomía es extensa; infinita. Pero en lo que todas concuerdan es que hay dos características principales e intrínsecas a todos los grupos que determinan su actividad y su actitud con otras organizaciones: su vocación a la lucha social y su tendencia a la construcción de alternativas. Estas divisiones informales o Corrientes de las tendencias son comúnmente denominadas como Ortodoxia y Heterodoxia.
En la ortodoxia la ideología, los principios, medios y fines anarquistas son piedras angulares que se intentan mantener íntegros a pesar de las circunstancias. La meta es el camino. Se suelen preferir actividades y acciones concretas de lucha, aportando una fuerte crítica, autocrítica, denuncia y reivindicación. Este modo de actuar conlleva la formación de grupos pequeños, generalmente de afinidad, dispersos, poco inclusivos y muy politizados, tendiendo a la homogeneidad. Una grave situación que se da en estos grupos así formados es que cuando cambian las circunstancias de los individuos, cambian sus intereses, disminuye la homogeneidad y el proyecto entero se resiente si no se reorienta.
En la heterodoxia los principios anarquistas son herramientas para un fin mayor, la emancipación social. Las personas se orientan hacia la formación de organizaciones utilitarias, pragmáticas, cuyo objetivo es el proselitismo y la resolución de conflictos. Esta forma de sentir repercute en el tipo de grupo formado, uniones extensas, heterogéneas e inclusivas. Para mantener la cohesión se rebaja la carga ideológica adoptando posturas pragmáticas. A demás, estos tamaños producen complicaciones de gestión, con una tendencia inherente al normativismo que se digiere mal por parte de muchos anarquistas. Todo ello puede hacer que el proyecto derive y sea modificado tanto que no se reconozca el proyecto original o que sea indistinguible del resto de proyectos propuestos por el sistema establecido.
En la heterodoxia los principios anarquistas son herramientas para un fin mayor, la emancipación social. Las personas se orientan hacia la formación de organizaciones utilitarias, pragmáticas, cuyo objetivo es el proselitismo y la resolución de conflictos. Esta forma de sentir repercute en el tipo de grupo formado, uniones extensas, heterogéneas e inclusivas. Para mantener la cohesión se rebaja la carga ideológica adoptando posturas pragmáticas. A demás, estos tamaños producen complicaciones de gestión, con una tendencia inherente al normativismo que se digiere mal por parte de muchos anarquistas. Todo ello puede hacer que el proyecto derive y sea modificado tanto que no se reconozca el proyecto original o que sea indistinguible del resto de proyectos propuestos por el sistema establecido.
Dentro de la heterodoxia hay que mencionar las derivas pseudoanarquistas de derechas que pretenden entroncarse con el libertarismo, tales como el anarconacionalismo, anarcoacapitalismo, minarquismo, sinarquismo etc.. Pretende que un punto de conexión de sus principios, bien sea el antiestatismo, anticapitalismo, acción directa, o apoyo mútuo, sean condición suficiente de pertenencia ideológica al grupo. Basta con contemplar el resto de fundamentos ideológicos para darse cuenta de que son mútuamente excluyentes, por ejemplo cuando se defiende explotación, la propiedad privada, la inexistencia de clases o la alianza de clases entre otras. Todo el mundo entiende porqué Socialdemocracia y Nacionalsocialismo son distintos si no opuestos.
El origen de la desavenencia entre corrientes ortodoxas y heterodoxas es tanto el estilo de vida como la forma de operar. Por eso se necesita un punto intermedio que nos una a todos y nos ponga de acuerdo.
La "reconciliación" entre ambas posturas es ineludible, y parte de lo que en otros tiempos se llamó la síntesis anarquista. ¿Cómo conseguirla? Acudiendo a las raíces. El anarquismo es un sistema alternativo al Capitalismo y al Socialismo de Estado, un nuevo modelo y filosofía, por lo que el punto de unión de ambos enfoques de la lucha es sin duda alguna su meta, una Nueva Sociedad. Ha esta Nueva Sociedad sola única y exclusivamente se puede llegar por medio de un cambio en la sociedad de modo que entienda que se trata de un cambio a mejor, la necesite y la desee. El proceso de cambio de la sociedad se denomina Revolución Social, a la cual ninguna facción anarquista ha renunciado.
Federatio: tarea ineludible
Hay varias condiciones fundamentales de comunicación que guían la práctica de interacción social y las dinámicas de grupos que permiten la transferencia de ideas y conocimientos. El diálogo supone tiempo, comprensión de las posturas de los otros y la superación de prejuicios. La negociación supone una cesión en posturas que no siempre son aceptadas y que muchas veces cambian los proyectos originales. Dando argumentos, convenciendo con hechos y dando seguridades que aumenten su confianza. No hay otro camino.
Los ortodoxos deben entender que el estilo de vida, la actitud, no se impone, se adopta. Y solo se puede adoptar si se visibiliza un modelo y éste es factible e interiorizable por gente que antes ni se lo había planteado. Cuando el choque es demasiado fuerte es rechazado. ¿Se están planteando modelos, referencias, actividades para todas las edades, géneros, regiones y culturas, asumibles?
Los heterodoxos deben entender que si se desvirtúa el medio por conseguir objetivos el proyecto, la lucha en sí pierde el sentido, pierde la fuerza y a la postre puntos de unión con las bases ideológicas, transformándose en una pieza más del sistema que pretende transformar. Es una tónica constante en partidos políticos de izquierdas. ¿Se están cediendo espacios a prácticas contraproducentes si no nocivas para el futuro revolucionario?
La confianza es el principio de la Federación. La base de la confianza es el diálogo y los resultados. Si una persona u organización no está dispuesta a dialogar, ni negociar, o no puede garantizar resultados se rompe el principio de Apoyo Mutuo.
En el siglo XIX se crearon las Federaciones Anarquistas y Mutualidades Obreras. La AIT logró aglutinar por un tiempo las tendencias socialistas Autoritarias y Antiautoritarias. Posteriormente en el SXX se desarrolló el anarcosindicalismo como aglutinante anarquista. La alianza para los anarquistas ha sido una constante.
Revolución Social: un proceso
Si todos tenemos claros que queremos un nuevo sistema, que solo se puede alcanzar convenciendo a las grandes mayorías de una necesidad de cambio hacia una forma de organizarse distinta, estamos hablando de vivimos en un momento determinado de la Revolución Social, pero ¿en cuál?
La Revolución Social, como cualquier cambio, transformación o proceso social, está marcadas por fases, estadíos, según la correlación de fuerzas con las organizaciones del entorno. En cada una de las fases son necesarias una serie de tareas básicas, sin las cuales no se puede llegar a la siguiente fase.
Las fases dependen del sentimiento social, que es el que mueve la voluntad. Este se caracteriza por 4 fases: Normalidad>Inestabilidad>crisis> nueva normalidad.
El proceso es el siguiente:
un sistema que funciona plenamente es cuestionado hasta que sus puntos débiles comienzan a interferir con su funcionamiento, desestabilizándose. Es en estos espacios desocupados donde pueden crecer los contrapoderes que sustituyen el sistema. Si los gestores no logran poner freno al descontento las disfunciones se vuelven trastornos, y poco a poco el sistema pierde capacidades, que son sustituidas por los sistemas alternativos, hasta que pierden sus funciones totalmente. Es entonces cuando se entiende que el sistema a cambiado de gestores. Estos establecen nuevas condiciones de funcionamiento. Se puede apreciar que no es necesaria una sustitución popular, ni socialista y que redes criminales, militares, extranjeras o corporaciones pueden sustituir las propias capacidades de los estados como ha sucedido más de una vez.
Lo que ambos tienen que entender es que cada fase del proceso revolucionario conlleva unas tareas específicas sin las cuales no se puede dar el siguiente paso. Y que si no se completa una fase no se puede pasr a la siguiente. Pondremos ejemplos claros. Un ortodoxo insurreccionalista puede realizar los sabotajes que quiera en la fase de Normalidad, el sistema continuará y solo conseguirá que lo detengan. Un heterodoxo puede abrir las cooperativas que quiera en la fase de Normalidad, tendrá que competir con las empresas del sistema y solo conseguirá autosustentarse.
Los medios deben adecuarse a los momentos. La desmoralización y subversión se emplea en los momentos de normalidad, la organización y sustitución en momentos de inestabilidad, el sabotaje se necesita en momentos de crisis. Son elementos en un tablero que deben de ser colocadas correctamente. Esta colocación solo puede ser llevada a cabo a través del análisis y el diálogo.
Tareas Revolucionarias y los mínimos
Atendiendo a las fases revolucionarias tenemos las tareas revolucionarias, que es parte de la Gimnasia Revolucionaria que se vertebra a través de los tres principios básicos: Autogestión, Apoyo Mutuo y Acción directa.
Las Tareas Revolucionarias están dirigidas a hacer que el sistema establecido cambie y llegue a una nueva normalidad deseada.
Los ortodoxos deben entender que la creación de mayorías supone una construcción progresiva de una sociedad nueva que debe indefectiblemente empezar por establecer unos mínimos acuerdos, sin los cuales el proyecto es inabarcable. El respeto de los mínimos supone la adopción de unas prácticas que a menudo son interpretadas como insuficientes, malos resultados. Tenemos que ceder. Se requiere de verdaderos planes para seguir profundizando en los cambios.
Los heterodoxos deben entender que el mantenimiento de en el tiempo de unos acuerdos mínimos suelen ser insuficientes para generar un cambio social. Tenemos que avanzar. Se requiere de verdaderos planes para seguir profundizando en los cambios.
Por poner un ejemplo archiconocido tenemos a la CNT y FAI. La primera una organización inclusiva, dinámica, heterogénea que adaptó sus medios a sus fines, pactó con el estado español republicano de su tiempo y tuvo ministros en el Gobierno. Claramente heterodoxa. Su anverso ideológico fue la FAI, ortodoxa, de afinidad; cantera militante e ideológica, fuente de líderes, dedicada al combate tanto en vanguardia como en retaguardia. Ambas trabajaron entre tensiones logrando actuar en sinergia y manteniendo los frentes de guerra.
Para conseguir una sustitución satisfactoria se emplea plantea una estrategia general que guía la acción y una serie de técnicas que son comúnmente llamadas Tareas Revolucionarias, y están destinadas a hacer que el sistema transite lo más rápido posible a nuestra nueva normalidad. Nuestra visión es la de un mundo sin estados, sin corporaciones y en la que sean los productores quienes dirijan el destino de las empresas socializadas. Es un cambio profundo y radical, trabajo de una generación.
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