De ahí su silencio sobre la inminente crisis del capitalismo, o la manipulación de las redes sociales por parte de los monopolios digitales, especialmente Facebook, o la ocultación de los documentos que comprometan a los saudíes e israelíes en los atentados del 11 de septiembre de 2001 (2).
En 2008 el New York Times admitió: “Durante los primeros años de la Guerra Fría [escritores y artistas prominentes, desde Arthur Schlesinger hasta Jackson Pollock] fueron financiados, a veces generosamente, siempre en secreto, por la CIA como parte de su campaña de propaganda contra la Unión Soviética. Este es quizás el uso más exitoso del poder blando en la historia de Estados Unidos”(3).
Es cierto sólo en parte. No ocurrió sólo en “los primeros años de la Guerra Fría” sino que la colaboración llega hasta hoy mismo. La CIA ha trabajado y sigue trabajando en estrecha colaboración con los proprietarios de las cadenas de prensa y los periodistas de los mayores rotativos (4).
Ciertas relaciones de los periodistas con la CIA son tácitas y otras, en cambio, son explícitas. Ha habido cooperación, acomodación y superposición. Los periodistas han prestado una amplia gama de servicios clandestinos, desde la simple recopilación de información hasta el espionaje en los países socialistas.
Algunos reporteros se consideran embajadores sin cartera de su país. Comparten sus anotaciones con el espionaje. Los editores comparten el personal. Algunos de los periodistas han ganado el Premio Pulitzer más por su abor de espionaje que por sus meritos literarios.
Los corresponsales en el extranjero descubren que su asociación con la CIA les ayuda mucho en su tarea. Otros no son más que empleados a tiempo completo del espionaje. Su carnet de prensa no es más que una tapadera.
Los documentos desclasificados muestran que la CIA ha contratado a periodistas para realizar determinadas tareas con el acuerdo de la dirección de los principales órganos de prensa estadounidenses.
Casi todos los principales medios de comunicación estadounidenses cooperan con la CIA, aseguró Bernstein, incluyendo ABC, NBC, AP, UPI, Reuters, Newsweek, los periódicos de la cadena Hearst, Miami Herald, Saturday Evening Post y New York Herald-Tribune. Sin embargo, agregaba Bernstein, “las más valiosas de estas asociaciones, según funcionarios de la CIA, son las del New York Times, CBS y Time”.
Los periodistas son mercenarios que se venden muy baratos. Un miembro de la CIA le confesó a Philip Graham, el propietario del Washington Post, que costaban menos que una prostituta: “Bastan unos pocos cientos de dólares al mes”.
En Estados Unidos los periodistas no sólo inventan mentiras para rellenar las páginas de los periodicos sino que hacen lo mismo con la CIA para cobrar su recompensa. Por eso los periodistas confían en la CIA pero la CIA no confía en los periodistas.
(1) http://carlbernstein.com/magazine_cia_and_media.php
(2) https://www.democracynow.org/2018/1/5/how_the_ny_times_us_government
(3) http://papercuts.blogs.nytimes.com/2008/01/23/the-cia-and-the-culture-war/index.html
(4) https://www.muckrock.com/news/archives/2017/feb/15/memo-offers-look-cias-private-press-pool/
En EEUU el periodismo de verdad es marginal, la abrumadora mayoría de los medios están al servicio de la pura propaganda (incluidos los medios llamados "culturales", como Hollywood, por ejemplo). Ya puede la CIA echarle imaginación al asunto, porque sus montajes son cada vez más burdos y menos creíbles.
ResponderEliminarSalud!
Estoy contigo, la cantidad de basura mediática y ruido ha acabado ahogando y ocultando las posibles verdades, que son desacreditadas como tantas otras más peregrinas o acertadas.
EliminarCuanto peor es el montaje más fé se necesita, que es lo que están intentado conseguir, hundir la crítica y el pensamiento propio.
Salud!