sábado, 2 de noviembre de 2013

De la casa al curro, del curro a casa: la sociedad de la supervivencia

De la casa al curro, del curro a casa. No sabemos por qué pero la vida nos asquea, miramos al rededor y todo son pertenencias que no nos reflejan. Son solo cosas.  Sin más actividad que descansar para empezar otro día. Sin más planes que unas vacaciones en un balneario que nos aleje del estrés. El sistema coarta nuestra capacidad creadora.

De la casa al curro, del curro a casa. Familia y amigos el fin de semana. El sistema impone el aislamiento en celdas llenas de cosas llamadas casas. El estado de reclusión se incrementa cuando el mero hecho de salir a la calle supone un gasto de dinero.

De casa al curro, del curro a la casa. El capitalismo gobierna nuestras vidas, impone sus ritmos. Pero en nuestro interior todo el mundo nos damos cuenta de que falta algo. Hasta el más abyecto lacayo sufre la insatisfacción que le lleva a cuestionarse su lugar en el esquema. Capa tras capa de superficialidad impuesta desde los medios de comunicación los bienes materiales no pueden esconder los deseos del ser humano, dispuestos a aflorar ante la más mínima oportunidad.

¿Y si no tienes curro? Pues te quedas en casa. A no ser que no tengas casa.

Fragmento de la obra De la huelga salvaje a la autogestión generalizada.

La sociedad de supervivencia
¿Te sucede que sientas la desagradable sensación de que al margen de escasos momentos no te perteneces y te conviertes en extraño a ti mismo?
En tal caso, has entendido que:
  • a) A través de cada uno de nuestros gestos - mecanizados, repetidos, separados entre sí - el tiempo se desmigaja y, pedazo a pedazo, nos saca de nosotros mismos. Y estos tiempos muertos se reproducen y se acumulan al trabajar y al hacernos trabajar para la reproducción y la acumulación de mercancías.
  • b) En la actualidad, el envejecimiento no es otra cosa que el aumento de los tiempos muertos, del tiempo en que la vida se pierde. Es por dicho motivo que ya no hay jóvenes ni viejos sino unos individuos más o menos vivos. Nuestros enemigos son quienes creen y hacen creer que el cambio global es imposible, son los muertos que nos gobiernan y los muertos que se dejan gobernar.
  • c) Trabajamos, comemos, leemos, dormimos, consumimos, tomamos vacaciones, absorbemos cultura, recibimos cuidados, y de este modo sobrevivimos como plantas de interior. Sobrevivimos contra todo lo que nos incita a vivir. Sobrevivimos para un sistema totalitario e inhumano - una religión de cosas y de imágenes - que nos recupera prácticamente en toda ocasión y lugar para aumentar los beneficios y los poderes desmigajados de la clase burocrático-burguesa.
  • d) Nos limitaríamos a ser lo que permite el sistema mercantil si en ocasiones no volviéramos a ser bruscamente nosotros mismos, si no nos sintiéramos invadidos del deseo de vivir apasionadamente. En lugar de ser vividos por delegación, por imágenes interpuestas, los momentos auténticamente vividos y el placer sin reservas, aliados al rechazo de lo que lo obstaculiza o lo falsifica, son otros tantos golpes asestados al sistema espectacular-mercantil. Basta con darles mayor coherencia para extenderlos, multiplicarlos y reforzarlos.
  • e) Al crear apasionadamente las condiciones favorables al desarrollo de las pasiones, queremos destruir lo que nos destruye. La revolución es la pasión que permite todas las demás. Pasión sin revolución sólo es ruina del placer.

En realidad, ya estás harto de moverte entre tiempos muertos y obligaciones. Y ya estás luchando, conscientemente o no, por una sociedad cuya base ya no será la carrera tras el beneficio y el poder sino la búsqueda y la armonización de las pasiones a vivir (ver III, 75 a 92).

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