La tarcoteca

by Pablo Heraklio, PHkl/tctca. Contact at Tarcoteca@riseup.net

jueves, 12 de junio de 2014

Parar el TTIP en la calle: Corporaciones imponen acuerdos transnacionales para adueñarse de los pueblos

Siempre quisimos saber, con miedo, cómo sería el mundo en la era de las corporaciones. Con el TTIP tenemos una idea completa del cuadro: un acuerdo trasnacional que permite a las corporaciones imponer sus reglas, puenterar a los Estados y extender su depredación a todos los rincones. Como si los países fuesen empresas. Por el momento tenemos tierras yermas, contaminadas, desprovista de otra vegetación que no sea la que crece con tecnología OGM, ciudades guetto, barriadas de viejos, regiones miserables, zonas muertas. Y un par de guerras en marcha.Esto no es Mad Max. Bien venidos al futuro._________________________________Parar el TTIP en la calle :: lahaine.org x Aitor Suárez y Jon Sanz  El TTIP es un gran acuerdo de libre comercio entre EEUU y la UE que conllevará graves impactos sobre nuestras vidas.
Desde junio de 2013, Estados Unidos y la Unión Europea (y las grandes corporaciones en la sombra) negocian, rodeados de capas de opacidad, el llamado “Transatlantic Trade and Invesment Partnership” (TTIP), un gran acuerdo de libre comercio entre las dos potencias, que tendrá graves consecuencias. Este tratado de enorme calado, no solo armonizará aranceles entre las dos potencias, sino que además ajustará diferentes leyes y normas, por supuesto a la baja, para que el capitalismo global y su lógica depredadora de acumulación, circule aun con mayor libertad, por encima de las decisiones de los pueblos, eliminando cualquier otra regularización, que se oponga en su camino o lo ralentice.

De aprobarse el TTIP, conllevará graves impactos sobre nuestras vidas. 
- Nuevos ataques a nuestros derechos sociales y laborales, 
- nuevos daños para el medio ambiente, condicionará nuestra seguridad alimentaria, nuestro derecho a la libertad de expresión y la privacidad… 
- y apuntalará las políticas neoliberales emprendidas en las últimas décadas.

Uno de los objetivos principales de este tratado comercial entre EEUU y Europa es lo común y lo público, buscando una mayor liberalización de todos los sectores de servicios, ahondando en la privatización de los servicios públicos y en el recorte de nuestros derechos. En ese sentido, una de las demandas claves del capital es la de garantizar, por ejemplo, que la compra pública (contratos de gobiernos de las diferentes administraciones) se abra a la competición global. Puertas abiertas a las grandes empresas transnacionales frente a las pequeñas empresas locales. También pretende ser una nueva vuelta de tuerca para subordinar las normas sociales, laborales, sanitarias o medioambientales a los intereses de las grandes empresas y para minar, aún más, los derechos laborales como la huelga y la negociación colectiva, entre otros. 

En plena crisis del capitalismo, esto no producirá sino una mayor precarización de nuestras vidas y el aumento de las desigualdades, siendo de nuevo las mujeres las más perjudicadas, empujadas a asumir en solitario los trabajos reproductivos y de cuidados.

En el plano medioambiental, cuando todas las luces rojas se están encendiendo ante las consecuencias del daño infligido al planeta, lo finito de nuestros recursos, y el poco plazo del que disponemos para reaccionar, el ansia depredadora de estas dos potencias solo piensa en pisar el acelerador. Con la intención de aumentar los flujos de comercio e inversiones desde los EEUU a Europa, se prevé derribar las regulaciones que impiden actualmente en la Unión Europea, al contrario que en Estados Unidos, la utilización generalizada de transgénicos, superar los escollos para la práctica del fracking en toda Europa o el tratamiento hormonal de, por ejemplo, la carne de ternera.

Las multinacionales y estos gobiernos también pretenden cercenar, aumentando los controles, la libertad de expresión en Internet o el conocimiento libre: desde la agricultura (semillas) a la sanidad (medicamentos genéricos) pasando por la innovación o el acceso a la cultura.

Para que el capital encuentre el camino despejado para todas las prácticas mencionadas, el tratado está pensando en un grupo de arbitraje privado, libre de otras legislaciones, que permitiría a las empresas querellarse contra los gobiernos soberanos si consideran que éstos tienen regulaciones que perjudican sus intereses. Se pretende, de nuevo, sacar a la democracia y a los pueblos, criminalizando también su respuesta, del tablero de juego del capitalismo global y sus necesidades particulares. Así, estamos presenciando cómo una empresa estadounidense, Lone Pine, reclama 250 millones de dólares al gobierno de Quebec por haber adoptado una moratoria para las exploraciones de fracking, o cómo una eléctrica sueca, Vattenfall, exige 3.600 millones de euros al gobierno alemán por, en una decisión ratificada por mayoría aplastante en el parlamento, abandonar la energía nuclear.

Este tratado, que pretende allanar aún más la orilla a la ola neoliberal que nos asola, debe de nuevo encontrar respuesta en la calle, tal y como hicieron contra el ALCA primero, los movimientos populares y los pueblos, y después, los gobiernos progresistas de Latinoamérica. Juntos, en aquella ocasión, infligieron una derrota en el año 2005 al ansia de imperialismo norteamericano por más recursos y personas esclavas, al rechazar contundentemente aquél tratado económico, negociado a sus espaldas, que se les pretendía imponer.

Los movimientos sociales en Europa debemos incorporar con urgencia esta cuestión clave en nuestras agendas. En los dos continentes existen ya movimientos y organizaciones trabajando por hacer público este oscuro proceso (http://bit.ly/ttippeople). El internacionalismo, en particular desde nuestra óptica anticapitalista y su lógica crítica sistémica, ubicando las luchas entre explotadores y explotadas y la solidaridad en el centro de su ideario, puede ser un arma estratégica que, junto a otros cómplices (ecologistas, feministas, clase obrera y campesina…) debe contribuir a construir conjuntamente el muro popular que impida que el TTIP lleve a cabo sus planes en Euskal Herria y en Europa y presionar a los gobiernos y sus lobbies económicos para enterrar este acuerdo. Manos a la obra.
Aitor Suárez y Jon Sanz son militantes de Komite Internazionalistak

5 comentarios:

  1. Todo sea por el progreso y la democracia, son sacrificios necesarios.
    Hablando de otra cosa... hoy hay furbo, ¿no?

    Todos estos acuerdos y trapicheos de los que depende nuestra existencia se toman al margen del pueblo y aunque aparentemente se hacen de forma pública, al no dárseles cobertura por los medios de desinformación, nadie se preocupa ni se entera (y eso hace que valga la redundancia, no se preocupe). Así que en la práctica quedan en la sombra y ocultos delante de las narices de todo el mundo, mientras unos pocos gritan a las piedras intentando que estas les escuchen y entiendan lo que nos estamos jugando, antes de que sea demasiado tarde.
    Salud!

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  2. lPuff, las agresiones son muchas y muy variadas. Vienen de todos los lados: en el trabajo, en el medio ambiente, comercio, escuela, abusos diarios, impunidad e injusticias de todo tipo. Nosotros mismos somos a veces injustos.
    La cuestión es que no se puede dar respuesta a todo a la vez si no ideas una manera, esto es, si no te organizas. Y ese es el punto: podríamos defendernos pero en realidad no queremos. El sistema está en nosotros, nosotros somos el sistema.
    Por cierto, siempre hay fungol.
    Salud!

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    1. Bueno... solo somos una parte del sistema y creo que algunos de nosotros si que estamos organizados. ;)

      Salud!

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  3. Perdonad, no somos el sistema, no somos parte del sistema, somos la horma de su zapato. Hay algo que por favor tiene que quedar claro sí o sí. Que el sistema nos haga entrar por el aro no significa que nos convierta en parte de él, eso quisiera, sabiendo que nos hace entrar en su juego para depender más de él, saben perfectamente que estamos fuera, que estamos en contra toda su capacidad de dominio y de poder que tiene en sus manos. Donde más actividad revolucionaria hay, el sistema persigue la asimilación de esas actividades desarrolladas porque sabe que el movimiento que las desarrolla es inasimilable. El poder hace un esfuerzo diario en seguir adoctrinando a las masas entorno al dinero con anuncios hasta en la sopa de bancos en vallas publicitarias, radios, periódicos y televisiones y demás raléa mediática. Saben perfectamente que hay quien se les escapa de su uniformización, gente que no comulga y que se sale de la masa para formar grupo y saben además que si crece ese grupo organizándose bien puede que tenga los días contados toda clase de sistema o poder en vinagre.

    Salud y revolución social.

    Oskar

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  4. Es interesante lo que dices, Oskar. Somos o no somos parte del sistema?
    Por una parte nos movemos dentro del sistema, acatamos leyes, compramos, trabajamos y compartimos muchas de sus costumbres como parte de la programación implantada desde la cuna y que nos llevará a la tumba. Somos parte del sistema.

    Por otra parte los rechazamos, nos organizamos y tenemos nuestras organizaciones al margen. Rechazamos su sistema, nos da asco, y usamos el nuestro propio. Claramente somos parte de otro sistema.

    Para muchos estamos alienados, en continua desprogramación y queda mucho por andar, tanto en nosotros mismos como en nuestras organizaciones.
    El combate diario y el dialogo con otras organizaciones, empresas, sindicatos, ocupas, asambleas, incluido el Estado, ayuntamientos, Instituciones, nos hace percibir nuestro lugar y posición en la trama y dar la impresión de ser parte del sistema montado.
    Los que viven más intensamente la anarquía ven increíble que haya gente que piense que están empotrados en dicho sistema. Es palpable diariamene que no lo están. Y creo que es más que cierto.

    Personalmente creo que vivimos en la linea gris, intentando aflorar pero teniendo que tragar. Yo me siento parte de un rebaño y se que podría hacer más, pero falla la voluntad, y eso es un error de programación.
    Salud!

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